Tiene una hermana encantadora (Ángela) El otro día me
encontré por el barrio a la familia dando un paseo, y su pequeña me decía que
quería ir a la Velá de San Diego, que es nuestro barrio, y ser una pirata, o
mejor aún, ser Maléfica, o mejor todavía ser una mariposa, o una hadita… Su
cabecita no paraba de decir personajes, porque en la Velá estaremos haciendo
pintacaras, globoflexia, baile para los peques…
Verónica, que así se llama su madre, no paraba de abrazarla
y decir que ella también se maquillaría. A su lado estaba Curro, inquieto,
alegre, feliz… Le encanta dar abrazos y besos, y con su sonrisa lo dice todo.
Curro tiene parálisis cerebral y desde los cinco años no percibe ayuda de la
Seguridad Social para sus terapias. Verónica hace, busca, habla, pide, ruega,
crea ideas…, para poder sacar dinero hasta de debajo de las piedras. Se agota
el dinero, y tiene que ser muy fuerte como mujer y madre para no estar ella
también agotada. Sin dinero no puede seguir Curro sus terapias de
rehabilitación y eso para Verónica “es impensable”.
Ha hecho rifas, ha puesto huchas en comercios del barrio,
ahora una amiga le ayuda haciendo pulseras “solidarias de Curro”, pero no
llega, no alcanza, se queda sin fondos. Y ella sigue con su sonrisa, con su
alegría que transmite por todo su cuerpo, como un “no pasa nada”. Pero ¡sí que
pasa, claro que pasa! Quizá por las noches, Verónica, agotada, rendida de
batallar día a día, se acueste y siga su cerebro maquinando mil cosas para
poder encontrar fondos para Curro, tendrá noches en vela llorando, sabiendo que
cuando amanezca todo volverá a empezar. La casa, los niños al colegio, la
compra, buscar ayudas… Sacar a la familia adelante con el sueldo de su marido.
Es fácil decir que Verónica puede buscar trabajo, pero Curro necesita atención
las 24 horas del día… Cuando Curro está en el colegio, Verónica no pierde ni un
segundo de su tiempo, de su vida. Todo calculado, sus horas están programadas
según el calendario de Curro, según sus terapias…Y Verónica sigue sonriendo
porque ve que las malas noches, las ideas que no cuajan, el dinero que se
escurre como el agua…, hacen sonreír a sus dos hijos y que Curro mejora, despacio,
pero dentro de su evolución está mejor, y para Verónica eso es lo importante.
Me contaba que había puesto durante un año una hucha en un
comercio del barrio, para un viaje que tenían que hacer con Curro a Madrid,
para el bien de Curro y después de un año, solo contenía esa hucha de esperanza
unos treinta y seis euros. Un año para algo que nos gastamos como si nada un
fin de semana con los amigos.
No es mendigar, es luchar por lo que crees, por lo que sabes
que es justo para tu hijo y que Curro por sí solo no puede pedir. Verónica es
su voz, sus manos escribiendo cartas de ayuda, sus piernas y brazos para viajar
con Curro al lugar que le digan que puede ser bueno para Curro… Pero es fácil
pasar por su lado, saludar y quitarnos pronto de en medio. Cerrar los ojos a
los problemas de los demás, no tender una mano, no pararnos a escuchar… ¡ya
tenemos problemas como para escuchar los problemas de los demás! Cuando veo esa
situación me pregunto ¿y si fuera yo Verónica o Curro? Llevas viviendo en el
mismo barrio desde siempre, te conocen, conocen a Curro…, pero…, ahí se queda
todo…, no hay más…, no hay nada, solo Curro que sin sus terapias retrocederá
igual que retrocederán tantos y tantos pasos que ha dado su madre y que se
quedarán sin valor alguno.