jueves, 18 de junio de 2015

Dar voz a los sordos no es un juego

Viajar por todo el mundo en su infancia le abrió los ojos. Su padre era miembro del CID, el servicio de investigación del Ejército de Estados Unidos. De Alemania a Italia, con largas temporadas en Washington y Nueva York, la vida de Ángela María Nardolillo (Frankfurt, 1980) dio un giro cuando en la adolescencia comenzó a perder audición. Hoy no oye por el oído izquierdo y ha perdido cierta capacidad por el derecho. Cuando se le habla, en español o inglés, mira atentamente a la boca y mantiene una conversación con normalidad, pero se siente mucho más a gusto con el lenguaje de signos.

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