Le diagnosticaron autismo. Diego se podía pasar las horas mirando un reflejo en el techo. Se había sumergido en su mundo. Jordi Ardit, su padre, descubrió un día que el pequeño tenía tendencia hacia la música. «Diego empezó a mostrarse interesado por canciones, por cantarlas o tatarearlas. A mi me gusta mucho la música y estaba cantando el tema Tears in heaven de Eric Clapton. Me callaba y el niño seguía tarareándola. Había una comunicación a través de la música».
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