Sentada inmóvil en su silla de ruedas, Ana Amália Barbosa mantiene fija la mirada en los ojos del interlocutor mientras dura la entrevista. Tetrapléjica, muda y disfágica (no consigue masticar ni tragar), consigue arrancar del escaso movimiento que conserva en los músculos de la cara una tenue y deslumbrante sonrisa que bien podría ser la más enternecedora del mundo.
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